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martes, mayo 08, 2018

Ró, in the dark


Ró, conocida así por economía lingüística de sus padres, tenía miedo a las ventanas. Vivía en un piso interior de doscientos metros cuadrados, dos habitaciones, dos baños, salón y cocina amplias y puertas, muchas puertas.

De las ventanas, ya sólo quedaba una sin tapiar, amenazante. El resto las fue condenando de a poco, al ritmo marcado por sus cumpleaños. Como regalo, se otorgaba una habitación en sombra.

Mañana sería el gran día. Por fin, cuarenta. Por fin, dejar de ver el mundo con esos ojos, que alguien le dijo hacía mucho tiempo, eran los más bellos que existían. Pero ese que lo dijo, ya no está; y Ró, ya no quiere ver con esos ojos el mismo mundo que ha quedado atrás, que se fue con él.

Mañana, tapiará la última ventana, y abrirá por primera vez en mucho tiempo, y ya por última vez, la puerta principal de la casa. Para abandonarla al que quiera habitarla y empezar una nueva vida, con otros ojos y ya por fin, en un nuevo y vibrante mundo real.

sábado, enero 17, 2015

Segunda oportunidad

Le dio un vuelco el corazón cuando sonó el teléfono a las tres de la mañana. Corrió hacia el salón y descolgó aún sin haberse despertado del todo. Al otro lado, un señor con voz muy grave preguntó por él, con su nombre y apellidos. Silencio. Llamaban del hospital. “Su hijo está aquí, es grave, acuda lo antes posible”. Colgó y se apresuró a coger las llaves del coche. Su hijo había muerto hacía dos años. Esta vez, llegaría antes.

Alto el fuego

Llega un momento en la vida en la que uno tiene que pararse a reflexionar. De verdad. No en un calendario de Mr. Wanderfull mientras toma el café o en la parada del autobús viendo el anuncio de Orange.
Llega un momento en la vida en la que uno tiene que hacer inventario. Lo que tengo, a quién quiero, lo que quiero conservar e ilusionarse.
Llega un momento en el que es crítico dar dos pasos hacia atrás para ver la vida con perspectiva. Analizar lo que se está haciendo y sobre todo las consecuencias de lo que uno hace sobre el futuro.
 
Llega un momento en la vida en la que uno se tiene que anticipar al desastre. Imaginar las desgracias que siempre llegan. Esto, a evitar en el día a día, es importante hacerlo al menos una vez antes de la tormenta. No permitir que sea la propia vida la que te escupa las obviedades. Un accidente, una enfermedad grave. Para después, ya demasiado tarde, valorar lo que se ha perdido. No seas uno más que cree que la vida te da y no te quita. Que tu juventud no te convierta en un insensato que cree que el tiempo ha llegado para quedarse. Hasta que no tengas esto claro nunca disfrutarás de lo que te rodea. Nunca pondrás en valor lo que tan fácilmente se te puede escurrir entre los dedos.
 
No puedo haber mejor regalo que una invitación como esta. No habría nada más importante en tu vida que valorar tu vida y prescindir de lo accesorio. Una tarde perdida no se recupera; un abrazo perdido nunca volverá para darte calor.
 
Si es necesario, tatúatelo a fuego en el brazo. Nunca lo pierdas de vista. Esto, lo que ves, es tu presente, nunca vivirás en otro estado.
 
Llega un momento en la vida en el que es imprescindible un alto el fuego.

martes, diciembre 02, 2014

Superviviente

Empezó a pensar en un nuevo teorema sobre una vieja relación. Ella se había ido, sin mediar siquiera excusas, en un día de verano, tan poco apropiado para abandonos, pensaba. Esto siempre lo hizo sospechar...

Quizá una enfermedad súbita, había oídos casos, o la locura pasional de un amante, por qué no un accidente…

Habían pasado cinco años y cuando por fin sonó el teléfono, supo que era ella. Descolgó. Al otro lado, con un ligero y sorprendente acento argentino, “Hola Mario, simplemente me aburrí. No le des más vueltas”, y después silencio y el sonido del mar, de fondo, durante lo que pareció (y fue) una eternidad.

miércoles, octubre 29, 2014

Botella al mar

El tenía diecisiete años y  se sentaba en la primera fila. No por un interés especial en las materias, sino porque ya para entonces era medio sordo, algo que nadie más sabía. Para encubrir su temprana sordera se hacía pasar por empollón. Se reía cuando se metían con él,  orgulloso de mantener tras su coartada un secreto tan comprometido.

Ella, también diecisiete, era preciosa y se solía sentar en la última fila. Esto era debido a una falta de interés absoluta (y pública) en las materias; en cambio oía perfectamente y le gustaba estudiar al margen de los guiones oficiales. Había empezado a fumar pronto para distraer a sus amigos de sus extraordinarias, y siempre sospechosas, buenas notas.

Compartieron clase durante varios años aunque nunca hablaron directamente. Él lo intentó en un par de ocasiones a través de terceros sin demasiado éxito. En su caso, el pasillo que separaba sus mesas (consiguió esta posición estratégica en dos cursos) era lo más parecido al muro de Berlín (el muro del 62).

El creía profundamente en el destino. Sobre todo creía que cuando algo tiene que ser, es. Por esto, y por otras cosas, entre ellas su inocencia, decidió apostarlo todo a una carta. Lanzaría una botella al mar con todo lo que tenía que decirle, que no era poco. Y así lo hizo, ahí se declaró y confiándolo todo a su destino se acercó al muelle y lanzó la botella lo más lejos que pudo. Esto fue el último día de instituto.

Ahora él tiene cincuenta años, está divorciado desde hace unos diez y tiene dos hijos. Ahora suele pasear solo por el muelle para matar las tardes de los domingos. De vez en cuando se acuerda de la botella, qué sería de su botella... Qué sería de ella…

Ahora ella, también cincuenta, vive tierra adentro. Hace tiempo que se casó, y también tuvo dos niños. Sigue casada y es feliz. Vive en un bonito caserío a los pies de la montaña. A veces bajan a la ciudad para ver la última de Woody Allen o cenar en el restaurante en el que su marido (quién si no) le pidió la mano. Desde hace tiempo vive en uno de esos lugares en los que difícilmente nunca llegará una botella lanzada al mar.

viernes, octubre 10, 2014

El hijo

"Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce que ayer", pensaba, incluso después de tanto tiempo juntos, mientras guardaba el teléfono en la chaqueta.

Al otro lado, abismo. Sus pies avanzaban el luto, mitad en el vacío, apenas en la cornisa. Ya próxima la liberación, por fin el fin. Nunca más una llamada para reclamar los impagos o para cerrar la enésima cita con el especialista. Esta vez no había vuelta atrás.
Y entonces, los ojos de su hijo, mirándole sin dudas, fijamente. Y esa sensación que todo lo llena, y el amor, de a poco, devolviendo el corazón a su sitio y los pies a la cornisa.

jueves, octubre 09, 2014

Mar de cristal

En el primer viaje, Colón, comenzó a notar algo raro, aunque que tenía otras preocupaciones, como por ejemplo, que el mundo no fuera definitivamente plano y se precipitase al abismo sin remedio (digan lo que digan siempre permanecen dudas hasta que se demuestra lo contrario); pero notaba algo raro. Pasaban los días, y el mar, incluso agitado, trasmitía cierta sensación de quietud. Luego se prolongó el viaje, las necesidades acuciaron y olvidó el tema.

En el segundo viaje, y pese a asumir el liderazgo de una flota ya considerable y sus correspondientes hombres, esa sensación volvió a acompañarle. Sin la distracción de tener que encontrar un nuevo mundo, se fijaba especialmente en la espuma que generaban sus naves y ocasionalmente veía saltar, como en destellos, pedacitos de vidrio, que incluso a veces ocasionaban un ruido tintineante al rebotar en los cascos.

En el meridiano de su tercer viaje, ya estaba plenamente convencido: el mar se estaba convirtiendo en cristal. No hizo otra cosa que recopilar datos, compartir sus observaciones con los oficiales y murmurar. Se pasaba los días murmurando frases ininteligibles que siempre terminaban en "cristal".

A duras penas consiguieron convencerlo para el cuarto viaje. Una vez embarcado trató de atender sus tareas, intentando que esa preocupación no tornara en algo peor, así lo dejo reflejado en su cuaderno de bitácora, pero fue imposible. La obsesión y la angustia aumentaban en la misma proporción que la fiebre, la cual desde hacía días amenazaba su salud. Por el ojo de buey ya sólo veía un cristal pulido, inmaculado, infinito... hasta donde alcazaba la vista, un mar de cristal.

Esto es lo que poca gente sabe. Colón, desde el primer día de su primer viaje, no volvió a pensar en aquellos puertos que después le harían famoso. Sólo en el mar. En un mar de cristal.

miércoles, octubre 01, 2014

Fausto y Facebook




A Fausto le molestaba todo. Todo es todo. Desde que le preguntaran la hora por la calle, hasta que le dieran los buenos días. Fausto no odiaba, ni profesaba especial inquina contra nada. Simplemente padecía una hipersensibilidad relativa al ser humano.

Pero Fausto era otro cuando encendía su tablet. Agregaba compulsivamente a todo aquel que pasara a cinco links de su cuenta (la que fuese). Era aquí, donde todo le parecía bien. Todas las noticias eran irrefutables a tiempo real, todas a las amistades hasta la muerte y el amor el más sincero que jamás hubiera (o hubiese) existido.

A Fausto le maravillaban sobremanera las REVELACIONES (con mayúsculas) que sus amigos (para toda la vida) tenían la bondad de compartir en Facebook. Cada día descubría la esencia misma del AMOR, del PERDON, la NOSTALGIA, etc. Incluso había conformado una ideología (política, que quede claro) gracias a aquellos que le iluminaban a golpe de sentencia.

Fausto, entiendo que en este punto el lector ya lo tiene claro, era tonto; muy tonto. Tan tonto que continuó construyendo su inteligencia sobre la nada hasta el fin de sus días; eso sí, sin haberle dado nunca la hora a nadie, ni contestado siquiera al último vecino que le dio los buenos días.

miércoles, junio 18, 2014

La abdicación del yo

Las ironías hay veces que no caben por la puerta.

He leído esta mañana (siempre llego tarde) que Don Juan Carlos va a sancionar su propia ley de abdicación. Me recuerda a aquellos años mozos en los que uno era rey de si mismo y creía que todos los países eran repúblicas perfectas. Ahora, un poco más tarde, uno cree muy poco de casi nada. Uno sospecha de las promesas idealistas para bajos fondos intelectuales sustentadas en finas capas de aire, también (sospecha) de los días sin problemas y de las promesas de amor (es ahora o nunca).

Uno, que tampoco vive a cuerpo de rey, pero que no se queja, sancionó hace tiempo su propia abdicación. Dejó al yo que descansara…  iba siendo hora pese al poco tiempo en el que ejerció su cargo. Desde entonces, es el otro el que rige los destinos de este escribiente. Es otro el que dicta.

Pero este, que recoge mareas y perpetra halagos, ve en este retiro la vida clara, despejada. Sus horizontes quedan por fin entre la última ola y la primera nube, el agua está definitivamente tibia.


Se llega a disfrutar la vida sin el peso de uno mismo.

martes, abril 08, 2014

Tomás y Teresa

En todo lo que hacía Tomás había algo poético, desde la forma en la que preparaba los sellos, los de antes, los acomodaba, lamía y pegaba, hasta el modo en que pagaba las facturas, como recién se hubiera bajado del yate, habiendo doblado turno ese mes, esa noche, para poder llegar a tiempo de su liquidación.
 
Sin embargo, todo a su alrededor, el de Tomás, era desarraigo y lágrima contenida. Vivía entre velatorios cotidianos y pasadizos de dudas. Claro, hasta que conoció a Teresa.
 
Teresa era luz de dentro a fuera. Pretendía ser ingenua para no resultar tediosa a sus amistades. Guardaba para si las grandes reflexiones, las que casi siempre pierden todo el sentido cuando se comparten. Teresa no buscaba nada, ni siquiera a Tomás.
 
Pero sucedió. Se encontraron.
 
Y después.
 
La historia más bella de amor.
 
Historia que al fin y al cabo sólo les perteneció a ellos
y que jamás llegaron a contar a nadie.

jueves, noviembre 21, 2013

El padre

- Decía mi padre que en la vida puedes optar por dos actividades que reconfortan el alma: rezar o escribir. Como sabes, era profundamente ateo.
-  Gran tipo tu padre…
-  Una de nuestras eternas discusiones versaba sobre si es posible escribir evitando lo vivido. Sigo sin verlo claro, en cambio, ahora estoy seguro de que es imposible vivir evitando lo escrito. Aunque esto nunca lo llegamos a plantear.
-  Supongo que tu padre era, sin saberlo, fundamentalmente pragmático.
-  Pragmático y sabio. Sin haber leído a los clásicos, compartía lugares comunes con todos ellos y muchas veces, como sin querer, les metía unos repasos importantes. Sobre todo, en esa última frase que dejaba caer cuando creías que la conversación había terminado. Durante mucho tiempo pensé que lo hacía adrede. Que la dejaba justo para el final, descojonándose por dentro el resto de la conversación, sabiendo de antemano que había ganado el partido, y que lo haría, en el tiempo de descuento.
- Tenía esas cosas. No creía que la línea recta.
-  Es verdad, no creía en la línea recta.
-  Gran tipo tu padre…
-  Es verdad, gran tipo…

miércoles, noviembre 06, 2013

Ladran, luego cabalgamos

A tientas logra alcanzar la cama.  Mala noche para el amor y para la continuidad del amor. Él llega, como siempre, borracho y tarde, demasiado tarde. Ella, haciéndose, como siempre, la dormida. Ya ha pasado el tiempo de los "ultimatums ". Había gastado su última bala.
 
Mañana hará las maletas. Ni siquiera será necesario discutir. Nada más caer a plomo en la cama, lo supo de inmediato. No habrá más perdones.
 
Justo antes de caer rendido pudo planificar la retirada. Aplicar el penúltimo esfuerzo sobrehumano para levantarse pronto, recoger las cuatro cosas que considera imprescindibles, dejar el anillo de compromiso sobre la almohada (esto le pareció poético en su momento) y deslizarse hasta la puerta con ademán de sombra. Contaba, en eso se conocían perfectamente, con la complicidad de ella. Sabía de sobra, que ella mantendría el teatro del sueño hasta que se hubiera ido.
 
No volvería a llamarla. Lo que quedara atrás se daba por perdido. Nunca más volvería a entrar en una casa, en otra casa, dando tumbos y mascullando borracho  “ladran, luego cabalgamos”, esa frase, que quizá Don Quijote llego a pensar, pero que nunca dijo.
 

 

martes, octubre 29, 2013

El reto ( A mi hijo Leo )

El reto consistirá en evitar decirte, 

“No permitas que nadie llene tu tiempo de silencio” o
“todas las heridas cicatrizan y se convierten en experiencias” o
“ llegarás a querer desde lo más hondo, pero hasta esto es un aprendizaje” o
“no pierdas jamás la perspectiva en las cosas, te librará de laberintos” o
“ no malgastes tu tiempo en enfados u odios, te arrepentirás, por inútil, de cada minuto que empleaste en algo negativo”

o…
 Pero ahora que te tengo delante, y me miras tan fijamente que me detienes el corazón, como evitarlo.
 Ahora te hablo, casi a escondidas, para que tu madre no me riña por llenarte de certezas. Tu llegarás a algunas, a todas las mías (que son pocas) y alguna más. Como todos, irás convirtiendo tu camino en tu personalidad, y viceversa.

 Yo estaré ahí. En el margen. Tratando de no interferir en lo que no sea necesario y preparado para empujar en las cuestas. Sólo, y nunca solo, estaré ahí.

 Por mi forma de ser (ya te irás dando cuenta) ya tardaba en decirte esto, y aunque lleves sólo tres semanas con nosotros y tus ocupaciones sean otras, seguro que en el fondo esto ya lo sabes, porque seguro que te has dado cuenta, de alguna forma, que es tu padre el que te devuelve la mirada.


jueves, septiembre 19, 2013

Entretantos


A Mario, en las primeras horas de tardes como esta, de domingo, le gusta sentarse en una esquina de su sofá. En sus manos un libro, pero no lee. Todos necesitamos este tipo de coartadas. Mario en estos ratos, piensa en las pérdidas que ha sufrido a lo largo de su vida.
Como perdió su primer trabajo de forma injusta. El típico correveidile profesional y sus malas artes, le apartó del único oficio que llegó a disfrutar y sobre el que tenía todas las esperanzas del mundo, que con veinte años son muchas. Tuvo que irse fuera unos años, a buscarse la vida, como dicen, imagen redonda y perfecta en este caso.
Piensa en el primer matrimonio que no funcionó apenas recién comenzado. En como perdió a su hijo y a su mujer, por una infidelidad por parte de ella, demostrable y vulgar. Lo segundo, siempre le molestó más que lo primero.
Suele terminar este apartado pensando en su padre, el cual murió a edad temprana y que no llegó a conocer a su nieto. Piensa en el tiempo que no llegó a pasar con él y en todas las cosas que no se dijeron. 

Daniela, en el otro extremo del salón, mantiene la misma estrategia. La aprendió al poco tiempo de estar juntos y la hizo suya.  Ella, en estos ratos, gusta de saborear todo lo bueno que le ha dado la vida.
Piensa en su primer contacto en Londres con un joven español que venía buscándose la vida. En como esa relación sin serlo fue maravillosa a su manera, inexistente pero semilla. Como descubrieron juntos tantas cosas, que después fue imposible olvidarlo.
Piensa también en su primer matrimonio y como no llegó a funcionar por culpa de terceros. Piensa en lo mucho que se arrepintió de ello, en como aquella tragedia, con hijo de por medio, vino a cimentar su futuro, ya permanente y sin dudas, contra pronóstico con la misma persona que había traicionado.
Suele pensar, en como la muerte del padre de Mario, ese que ahora parece que lee en el otro extremo, lo cambió tan profundamente, y como después de aquella tragedia comenzó a hablar a su propio hijo, de forma tan profunda, tan sencilla.


Entretanto, la hija menor de Daniela y Mario, apenas cinco años recién cumplidos, mira a uno y a otro. Sabe perfectamente que ninguno lee. Espera paciente, como todos los domingos, a que alguien rompa el hechizo. Se levante y diga, “salimos a jugar un rato”?. Ella tiene todo el tiempo del mundo, nunca desespera, al fin y al cabo su único objetivo es bajar al parque y dibujar circulitos en la arena.
 
 

jueves, septiembre 05, 2013

Certezas

Mario masculla mientras se está duchando:

“Lo urgente no es siempre importante, o eso se dice. Como tampoco dios ayuda siempre al que madruga. Supongo, que  las certezas van por barrios.
En mi caso, tengo pocas. Certezas, digo. Tuve, creo recordar, un par de ellas. Ambas verdades absolutas y básicas, pero a estas alturas ya empiezo a dudar incluso de ellas. Uno nace y muere, o no, ahora pienso que quizá todo transcurre en el vértice de un prisma. Todo sucede allí, en el mismo sitio, en su parte más afilada. El resto, son proyecciones que conforman la forma. En definitiva, no hay trayecto.”

Después, clama frente al espejo:

“Tengo que confesarlo. Me encantan estas reflexiones. Suelen suceder en los lugares menos apropiados, nunca en la Biblioteca Nacional (tampoco la frecuento). Y esa es la magia. El encuentro de lo real y lo imaginario. El punto y aparte y seguido, (sigo pensando que las frases deberían comenzar también con un punto.)
Arrepiéntase aquel!!! (Imposta en voz de Torquemada) que vive entre certezas. No hay nada con menos intención que una puerta sin cerradura.”


lunes, septiembre 02, 2013

Un día

Un día mirarás atrás. Es inevitable. Quizá no ahora, date tiempo. Pero un día, mirarás atrás. Como el que asoma entre una puerta entreabierta o el que revisa una dedicatoria en la que no aparece su nombre.

Lo harás. Créeme. Quizá no ahora. Date tiempo.

Me permito un consejo. Ese día. Átate bien los machos, sacúdete la melancolía como si fuera fuego, búscate si te quedan restos de arena en los bolsillos.

Ese día. El primero y el último en cierta manera, servirá de poco. De poco sirve escribir sobre lo escrito. Es entonces cuando empieza. Ya por fin. Empieza.

Desde tu propio espejo. Calcularás todo el tiempo que no has vivido, que has permitido que pasara suspendido a varios metros. Recorrerás de nuevo las calles por las que nunca quisiste pasar, los cables que te escoltan desde el cielo.

Un día mirarás atrás, créeme, no has sido el primero.
 

martes, agosto 27, 2013

Acordeón de hojalata

Vuelve a casa tras un día extraordinario en lo ordinario. De a gris se fue haciendo, mientras manejaba informes y remitía formularios. Fue quedándose en la nada, extraviándose en ese  pozo burocrático que es la existencia.
Ahora, ya por la calle, de vuelta a casa, se va preguntando, ¿qué carajo hice para llegar aquí?, ¿qué carajo voy a comprar a Daniela para el próximo aniversario?, ¿por qué carajo no acepte aquel ascenso con treinta años?... y mira al suelo, y a los escaparates, y al suelo.
Se cruza con una chica, mucho menor que él, joven a la fuerza, y ni siquiera lo mira. En estos casos, se ríe para dentro, ya que se atribuye poderes sobrehumanos, en este caso, la invisibilidad.
Sabe perfectamente que incluso tiene instalada la rutina en el desencanto. Estos pensamientos no son nuevos. Los tiene trabajados durante años. Ahora miserable, ahora triste, ahora pesimista, ahora toca poner buena cara. Entramos en casa.
Y ahí empieza la obra. Ensayada durante los primeros cinco años, representada los últimos veinticinco. Aquí también se ríe, claro, para dentro,  considera un éxito rotundo mantener su obra en cartel treinta años y de continuo. Sin el menor accidente de recorrido que haya trascendido. Sin una separación, sin nada.
Cena, habla de lo que toca. Hoy política y el último asenso en su trabajo, al que ha asistido, en este caso, de espectador.
Durante este tiempo, que suele durar entre seis horas y ocho o veinte minutos, dependiendo de lo que tarde en fregar, acompaña estos menesteres con un único pensamiento que permanece constantemente, como una huella de fuego, en el trasfondo. Se siente feliz. Y esto es lo que más le martiriza. Y lo analiza y lo cuestiona y lo mata por dentro...
No sólo se siente, es feliz. Y analiza pros y contras, y por qué carajo esto o lo otro y se acuesta en la cama. Y abraza a Daniela. Y el mundo se para, como se paró por primera vez hace treinta años. Y es feliz. Y esa sensación de felicidad es tan intensa, que queda completamente impregnado y le acompaña el resto del día y da forma a sus miserias y lo devuelve a casa cada noche.
Pero sigue insistiendo, en cada latido, en averiguar porque el amor es suficiente en todos los casos.

lunes, febrero 23, 2009

Ciudades

Una ciudad es tan grande como inversamente pueda llegar a encogerte el alma. Vamos que del dicho al hecho medie menos de una tristeza o que las puertas se abran sin querer querer (ojalá) atravesarlas.
Es un ejercicio aconsejable, aunque no exento de riego, vivir fugazmente las vidas que pasan por nuestras vidas. Una mirada ( y estás perdido).
Mientras, la ciudad crece y de repente no existe nada más: uno ha caído en el abismo, el futuro se ha borrado y lo que queda, si todavía queda algo, es la ilusión de recuperar el alma y llevarla muy lejos, tan lejos, que ni siquiera alcance a incomodarla el latir del tiempo.
Entonces sí, uno ya está preparado para otro lunes.
Entonces sí, uno puede regresar a sus miedos.
Entonces sí, por fin, habremos espantado al destino.