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martes, septiembre 19, 2006

Kafka soñó

Kafka soñó que era Kafka, y en ese intervalo la sentencia del proceso se hizo firme, vendió el castillo para mudarse a un pequeño apartamento que desinfectó previamente de todo tipo de insectos.
Kafka fue feliz, al menos de una forma moderada y leve, como debe ser. Salía al cine de vez en cuando con una preciosa joven de Praga; e iba al teatro todos los domingos.
Ayer fue domingo y representaban "La metamorfosis".
Kafka llamó a su novia, se calzó lo mejor que pudo unas botas negrísimas y tercas que su padre, también dificilísimo y terco le había regalado las pasadas navidades. Así, recompuesto y preparado acudió puntual (como siempre) al teatro.
Al principio la obra resultó fría y poco sensata. Utilizaba un lenguaje demasiado moderno para la escenificación que habían decidio proponer. En el centro una caja de cristal y metal, en su interior el protagonistas, huyendo en su encierro de todo aquello que nos sucede en la vida. Kafka soñó que era Kafka hasta el tercer acto.
Después, dejo de soñar, volviendo de a poco y de repente a su identidad no tan propia, a su costumbre de ciudadano ejemplar y a una existencia que sólo se justificaba en su literatura.
Kafka soñó que era Kafka, y después nada. Y nunca más para volver al sueño. Y un tiempo, en el que para soñar sólo bastaba con ser uno mismo.