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jueves, noviembre 30, 2006

amor

1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.

jueves, noviembre 23, 2006

Le vent nous portera

Después de soportar este mundo veinte años con firmeza, un día y como de costumbre se levantó temprano, pero por primera vez se quedó sentado en la cama durante tres días.
Su pasado se borró, se fue de repente, y de repente, con apenas veintitrés años su familia decidió ingresarlo. “Allí estará mejor, nosotros no podemos ofrecerle el cuidado cotidiano que necesita”. Delante de él discutían sobre ese cuerpo ajeno, su mente ya poco importaba. “Qué pena, con un buen trabajo, recién terminada la carrera”. Y él oía, y asentía, y todo le parecía muy sensato.Confinado pasaron los años. Las visitas se distanciaron, hasta eliminar cualquier referencia a su persona en las veladas familiares. Ellos, tan cuerdos, también habían olvidado.
Y así esperó, a que volvieran sus dudas y sus miedos. El caudal que le permitía escribir de forma compulsiva durante toda la noche. El sentimiento de odio, o el de amor, daba igual, cualquier cosa que le sirviera de pretexto para decir “ya estoy mejor, llevarme a casa”.
Pero esto jamás sucedió. Al mismo tiempo, él dejó de sucederse. Puso la sordina. Se borró del espejismo de volver.
Y gota a gota fue colmando su existencia. Feliz por fin, del lado que nadie parece querer comprender. “Quizá la felicidad sea esto” musitaba constantemente. En su mundo de las pequeñas cosas, todo tenía una explicación razonable, los olores eran cada día nuevos, y disfrutaba incluso de un dios personal que le miraba a ratos y le hablaba a otros. Él sólo de dejaba aconsejar y sonreía.
Así esperó, a que el viento le trajera o le llevara, a él, o sus cosas o su contrario. Miraba a través del cristal intentando descifrar su momento, las claves, las leyendas; el momento en el que por fin su mente se abriera de par en par, y pudiera volver a sucederse y salir fuera y decir “amigos, efectivamente, la felicidad era esto”.

lunes, noviembre 13, 2006

Bobo integral

El bobo integral nació bien vestido. Tenía una nurse que le llamaba Don Chema cuando todavía no era capaz de diferenciar el aceite y el vinagre.
Continuó bien vestido toda su vida. Colmaba sus momentos de melancolía con un vino dulzón e impersonal que acallaba las voces y los ecos. Solía tomar el sol hasta que su piel en carne viva le dejaba de recordar su forma física. Nadaba bien y nunca recordaba los cumpleaños de las pequeñas.
Se hizo viejo, algo inevitable incluso para él, y tan bien vestido como el día que nació y siguiendo el camino que sabía de memoria se dejó a bien morir.
Desde el otro lado, veía discurrir las vidas que en algún momento le había acompañado.
Y no se sorprendió cuando su hijo, encamado con una rubia de dudosa vestimenta, le definió con una ráfaga, que bien podría haberse convertido en sentencia: "mi padre nunca supo desvestirse sólo, fué un pobre hombre, algo opaco que se sentía lúcido a ratos, lo que podríamos definir como un auténtico bobo integral".

miércoles, noviembre 01, 2006

Boba integral

Nació diva en el fondo y en la forma. Pocas veces miraba a los ojos de la persona con la que compartía café, mantel o cama. Sentía, muy a menudo, un asco probado y fiel hacia sus semejantes, aunque ella nunca los habría definido como tal.
Iba viviendo, de a poco y de repente, dejando pasar los días, mirando desde su cumbre las vidas grises y retorcidas de los vecinos.
Cómo podían ser tan mediocres. Nunca llegó a comprender el deseo de no ser dividido por la ilusión.
Con 27 años su nariz no soportaba más cocaína, su corazón le dolía en cada latido y cada respiración dejaba un punto y coma sobre su existencia. Disfrutaba plenamente cada segundo de su nada. Y mientras tanto el mundo había quedado lejos, tan lejos, que nunca más volvería a molestarla.
Una boba integral. Un hecho consumado. Una pena, que apenas ha intentado nada.