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lunes, febrero 23, 2009

Ciudades

Una ciudad es tan grande como inversamente pueda llegar a encogerte el alma. Vamos que del dicho al hecho medie menos de una tristeza o que las puertas se abran sin querer querer (ojalá) atravesarlas.
Es un ejercicio aconsejable, aunque no exento de riego, vivir fugazmente las vidas que pasan por nuestras vidas. Una mirada ( y estás perdido).
Mientras, la ciudad crece y de repente no existe nada más: uno ha caído en el abismo, el futuro se ha borrado y lo que queda, si todavía queda algo, es la ilusión de recuperar el alma y llevarla muy lejos, tan lejos, que ni siquiera alcance a incomodarla el latir del tiempo.
Entonces sí, uno ya está preparado para otro lunes.
Entonces sí, uno puede regresar a sus miedos.
Entonces sí, por fin, habremos espantado al destino.