Vuelve a casa tras un día extraordinario en lo ordinario. De
a gris se fue haciendo, mientras manejaba informes y remitía formularios. Fue
quedándose en la nada, extraviándose en ese pozo burocrático que es la existencia.
Ahora, ya por la calle, de vuelta a casa, se va preguntando,
¿qué carajo hice para llegar aquí?, ¿qué carajo voy a comprar a Daniela para el
próximo aniversario?, ¿por qué carajo no acepte aquel ascenso con treinta
años?... y mira al suelo, y a los escaparates, y al suelo.
Se cruza con una chica, mucho menor que él, joven a la
fuerza, y ni siquiera lo mira. En estos casos, se ríe para dentro, ya que se
atribuye poderes sobrehumanos, en este caso, la invisibilidad.
Sabe perfectamente que incluso tiene instalada la rutina en
el desencanto. Estos pensamientos no son nuevos. Los tiene trabajados durante
años. Ahora miserable, ahora triste, ahora pesimista, ahora toca poner buena
cara. Entramos en casa.
Y ahí empieza la obra. Ensayada durante los primeros cinco
años, representada los últimos veinticinco. Aquí también se ríe, claro, para
dentro, considera un éxito rotundo
mantener su obra en cartel treinta años y de continuo. Sin el menor accidente
de recorrido que haya trascendido. Sin una separación, sin nada.
Cena, habla de lo que toca. Hoy política y el último asenso
en su trabajo, al que ha asistido, en este caso, de espectador.
Durante este tiempo, que suele durar entre seis horas y ocho
o veinte minutos, dependiendo de lo que tarde en fregar, acompaña estos menesteres
con un único pensamiento que permanece constantemente, como una huella de
fuego, en el trasfondo. Se siente feliz. Y esto es lo que más le martiriza. Y
lo analiza y lo cuestiona y lo mata por dentro...
No sólo se siente, es feliz. Y analiza pros y contras, y por
qué carajo esto o lo otro y se acuesta en la cama. Y abraza a Daniela. Y el
mundo se para, como se paró por primera vez hace treinta años. Y es feliz. Y
esa sensación de felicidad es tan intensa, que queda completamente impregnado y
le acompaña el resto del día y da forma a sus miserias y lo devuelve a casa
cada noche.
Pero sigue insistiendo, en cada latido, en averiguar porque
el amor es suficiente en todos los casos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario