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jueves, septiembre 19, 2013

Entretantos


A Mario, en las primeras horas de tardes como esta, de domingo, le gusta sentarse en una esquina de su sofá. En sus manos un libro, pero no lee. Todos necesitamos este tipo de coartadas. Mario en estos ratos, piensa en las pérdidas que ha sufrido a lo largo de su vida.
Como perdió su primer trabajo de forma injusta. El típico correveidile profesional y sus malas artes, le apartó del único oficio que llegó a disfrutar y sobre el que tenía todas las esperanzas del mundo, que con veinte años son muchas. Tuvo que irse fuera unos años, a buscarse la vida, como dicen, imagen redonda y perfecta en este caso.
Piensa en el primer matrimonio que no funcionó apenas recién comenzado. En como perdió a su hijo y a su mujer, por una infidelidad por parte de ella, demostrable y vulgar. Lo segundo, siempre le molestó más que lo primero.
Suele terminar este apartado pensando en su padre, el cual murió a edad temprana y que no llegó a conocer a su nieto. Piensa en el tiempo que no llegó a pasar con él y en todas las cosas que no se dijeron. 

Daniela, en el otro extremo del salón, mantiene la misma estrategia. La aprendió al poco tiempo de estar juntos y la hizo suya.  Ella, en estos ratos, gusta de saborear todo lo bueno que le ha dado la vida.
Piensa en su primer contacto en Londres con un joven español que venía buscándose la vida. En como esa relación sin serlo fue maravillosa a su manera, inexistente pero semilla. Como descubrieron juntos tantas cosas, que después fue imposible olvidarlo.
Piensa también en su primer matrimonio y como no llegó a funcionar por culpa de terceros. Piensa en lo mucho que se arrepintió de ello, en como aquella tragedia, con hijo de por medio, vino a cimentar su futuro, ya permanente y sin dudas, contra pronóstico con la misma persona que había traicionado.
Suele pensar, en como la muerte del padre de Mario, ese que ahora parece que lee en el otro extremo, lo cambió tan profundamente, y como después de aquella tragedia comenzó a hablar a su propio hijo, de forma tan profunda, tan sencilla.


Entretanto, la hija menor de Daniela y Mario, apenas cinco años recién cumplidos, mira a uno y a otro. Sabe perfectamente que ninguno lee. Espera paciente, como todos los domingos, a que alguien rompa el hechizo. Se levante y diga, “salimos a jugar un rato”?. Ella tiene todo el tiempo del mundo, nunca desespera, al fin y al cabo su único objetivo es bajar al parque y dibujar circulitos en la arena.
 
 

jueves, septiembre 05, 2013

Certezas

Mario masculla mientras se está duchando:

“Lo urgente no es siempre importante, o eso se dice. Como tampoco dios ayuda siempre al que madruga. Supongo, que  las certezas van por barrios.
En mi caso, tengo pocas. Certezas, digo. Tuve, creo recordar, un par de ellas. Ambas verdades absolutas y básicas, pero a estas alturas ya empiezo a dudar incluso de ellas. Uno nace y muere, o no, ahora pienso que quizá todo transcurre en el vértice de un prisma. Todo sucede allí, en el mismo sitio, en su parte más afilada. El resto, son proyecciones que conforman la forma. En definitiva, no hay trayecto.”

Después, clama frente al espejo:

“Tengo que confesarlo. Me encantan estas reflexiones. Suelen suceder en los lugares menos apropiados, nunca en la Biblioteca Nacional (tampoco la frecuento). Y esa es la magia. El encuentro de lo real y lo imaginario. El punto y aparte y seguido, (sigo pensando que las frases deberían comenzar también con un punto.)
Arrepiéntase aquel!!! (Imposta en voz de Torquemada) que vive entre certezas. No hay nada con menos intención que una puerta sin cerradura.”


lunes, septiembre 02, 2013

Un día

Un día mirarás atrás. Es inevitable. Quizá no ahora, date tiempo. Pero un día, mirarás atrás. Como el que asoma entre una puerta entreabierta o el que revisa una dedicatoria en la que no aparece su nombre.

Lo harás. Créeme. Quizá no ahora. Date tiempo.

Me permito un consejo. Ese día. Átate bien los machos, sacúdete la melancolía como si fuera fuego, búscate si te quedan restos de arena en los bolsillos.

Ese día. El primero y el último en cierta manera, servirá de poco. De poco sirve escribir sobre lo escrito. Es entonces cuando empieza. Ya por fin. Empieza.

Desde tu propio espejo. Calcularás todo el tiempo que no has vivido, que has permitido que pasara suspendido a varios metros. Recorrerás de nuevo las calles por las que nunca quisiste pasar, los cables que te escoltan desde el cielo.

Un día mirarás atrás, créeme, no has sido el primero.