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miércoles, junio 18, 2014

La abdicación del yo

Las ironías hay veces que no caben por la puerta.

He leído esta mañana (siempre llego tarde) que Don Juan Carlos va a sancionar su propia ley de abdicación. Me recuerda a aquellos años mozos en los que uno era rey de si mismo y creía que todos los países eran repúblicas perfectas. Ahora, un poco más tarde, uno cree muy poco de casi nada. Uno sospecha de las promesas idealistas para bajos fondos intelectuales sustentadas en finas capas de aire, también (sospecha) de los días sin problemas y de las promesas de amor (es ahora o nunca).

Uno, que tampoco vive a cuerpo de rey, pero que no se queja, sancionó hace tiempo su propia abdicación. Dejó al yo que descansara…  iba siendo hora pese al poco tiempo en el que ejerció su cargo. Desde entonces, es el otro el que rige los destinos de este escribiente. Es otro el que dicta.

Pero este, que recoge mareas y perpetra halagos, ve en este retiro la vida clara, despejada. Sus horizontes quedan por fin entre la última ola y la primera nube, el agua está definitivamente tibia.


Se llega a disfrutar la vida sin el peso de uno mismo.