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jueves, octubre 09, 2014

Mar de cristal

En el primer viaje, Colón, comenzó a notar algo raro, aunque que tenía otras preocupaciones, como por ejemplo, que el mundo no fuera definitivamente plano y se precipitase al abismo sin remedio (digan lo que digan siempre permanecen dudas hasta que se demuestra lo contrario); pero notaba algo raro. Pasaban los días, y el mar, incluso agitado, trasmitía cierta sensación de quietud. Luego se prolongó el viaje, las necesidades acuciaron y olvidó el tema.

En el segundo viaje, y pese a asumir el liderazgo de una flota ya considerable y sus correspondientes hombres, esa sensación volvió a acompañarle. Sin la distracción de tener que encontrar un nuevo mundo, se fijaba especialmente en la espuma que generaban sus naves y ocasionalmente veía saltar, como en destellos, pedacitos de vidrio, que incluso a veces ocasionaban un ruido tintineante al rebotar en los cascos.

En el meridiano de su tercer viaje, ya estaba plenamente convencido: el mar se estaba convirtiendo en cristal. No hizo otra cosa que recopilar datos, compartir sus observaciones con los oficiales y murmurar. Se pasaba los días murmurando frases ininteligibles que siempre terminaban en "cristal".

A duras penas consiguieron convencerlo para el cuarto viaje. Una vez embarcado trató de atender sus tareas, intentando que esa preocupación no tornara en algo peor, así lo dejo reflejado en su cuaderno de bitácora, pero fue imposible. La obsesión y la angustia aumentaban en la misma proporción que la fiebre, la cual desde hacía días amenazaba su salud. Por el ojo de buey ya sólo veía un cristal pulido, inmaculado, infinito... hasta donde alcazaba la vista, un mar de cristal.

Esto es lo que poca gente sabe. Colón, desde el primer día de su primer viaje, no volvió a pensar en aquellos puertos que después le harían famoso. Sólo en el mar. En un mar de cristal.

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