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jueves, noviembre 23, 2006

Le vent nous portera

Después de soportar este mundo veinte años con firmeza, un día y como de costumbre se levantó temprano, pero por primera vez se quedó sentado en la cama durante tres días.
Su pasado se borró, se fue de repente, y de repente, con apenas veintitrés años su familia decidió ingresarlo. “Allí estará mejor, nosotros no podemos ofrecerle el cuidado cotidiano que necesita”. Delante de él discutían sobre ese cuerpo ajeno, su mente ya poco importaba. “Qué pena, con un buen trabajo, recién terminada la carrera”. Y él oía, y asentía, y todo le parecía muy sensato.Confinado pasaron los años. Las visitas se distanciaron, hasta eliminar cualquier referencia a su persona en las veladas familiares. Ellos, tan cuerdos, también habían olvidado.
Y así esperó, a que volvieran sus dudas y sus miedos. El caudal que le permitía escribir de forma compulsiva durante toda la noche. El sentimiento de odio, o el de amor, daba igual, cualquier cosa que le sirviera de pretexto para decir “ya estoy mejor, llevarme a casa”.
Pero esto jamás sucedió. Al mismo tiempo, él dejó de sucederse. Puso la sordina. Se borró del espejismo de volver.
Y gota a gota fue colmando su existencia. Feliz por fin, del lado que nadie parece querer comprender. “Quizá la felicidad sea esto” musitaba constantemente. En su mundo de las pequeñas cosas, todo tenía una explicación razonable, los olores eran cada día nuevos, y disfrutaba incluso de un dios personal que le miraba a ratos y le hablaba a otros. Él sólo de dejaba aconsejar y sonreía.
Así esperó, a que el viento le trajera o le llevara, a él, o sus cosas o su contrario. Miraba a través del cristal intentando descifrar su momento, las claves, las leyendas; el momento en el que por fin su mente se abriera de par en par, y pudiera volver a sucederse y salir fuera y decir “amigos, efectivamente, la felicidad era esto”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

estas que te sales ultimamente charlie. Buenos textos.
Un saludo.
simonk